Se escucha una voz de algún lugar recóndito, cerca del olvido. La intento interpretar, reconozco un nombre que se enreda en mis oídos que enloquece mis sentidos. ¡Oh letargo inalcanzable! porque me usas de victima si ya quise fallecer en sus brazos.
Me mantiene con vida para regocijarse de mi canto, la pena que no calla, mis ojos que no lloran. Cada lagrima un olvido.
Sus oscuras criaturas me rodean y no dejan crear. Me hacen danzar en la noche y como un títere manejan mis pasos entorpeciéndolos. Me encandilan las luces que no quiero ver. A mi lado suenan melodías de lamentos, alegrías corrompidas que se enjuagan en las irrealidades del pecado.
Mi única escapatoria, miento, la única está en su pecho. Este es más un escondite húmedo y lúgubre que utilizo escapando de mi soledad.
¿Oh llamas del averno porque no culminan con mi lamento de una vez? ¿Cual es la paga por este castigo?
Quizá fui uno más de ellos, ellos contra los que lucho.
Digo gracias. Gracias por encontrarme en este lugar, por querer ser mejor.
Doy gracias por volarme la cabeza hacia el más allá. Que resignado me entrego al viento para que me lleve a donde sea que circule. Que entre valles, ríos, montañas me remonte y siga gimiendo de dolor ya que he perdido lo que jamás encontré.
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