2/11/11

¡A los justos!

Me ahogo, me hundo. Mis palmas dibujan torpemente en el agua.
Intentan, intentan llegar más profundo, sentir el silencio, gozar de la oscuridad.
Entran al templo, a la llegada una columna, cabizbajos hacen fila en el despecho, en la sala de desconciertos aguardan mi llegada.
Una ventanilla citada de ensueños, de perfectos. Soy atendido.
La caja de sueños contabiliza cada nota, cada detalle ubicado. Doy un paso hacia adelante, buscan dentro de mí, revuelven, se insertan, toman parte, siguen revolviendo, siguen riendo. Se burlan y no callan, bailan, se retuercen de placer, usan sus anteojos como lupa en mi alma para ver lo retorcido de mi herida.

Saben, ellos saben...

Caigo de rodillas, siento el agua llenar mis pulmones una vez más, siguen revolviendo, siguen acechándome. Sin contentarse con ello vuelven a pararme, me observan, se burlan, me callan, no tengo permitido gritar, no lo tengo permitido.
Me obligan a sonreír y siguen revolviendo. Me arrastran hacia el final de la fila, sigo sonriendo. Ellos, ya mudos me jalan, paso tras paso, siglo tras siglo. Estoy derrotado, no puedo incorporarme, intento ¡no! no intento.
Me ahogo, me ahogo.

Sigo hacia el final de la fila, Me hacen formar…
Te veo, me quitan los ojos, te sigo viendo.

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